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Pedro Pablo Ontoria nos manda la crónica del curso para profesores impartido el pasado mes de febrero. Esperamos que la disfrutéis.

II CURSO DE FORMACION CONTINUA PARA INSTRUCTORES-SENSEI DE LA A.E.A.T.

El tiempo hace que las cosas pierdan significado: se desdibujan los afectos, se pierde la raíz de las palabras y las celebraciones se convierten en costumbre, extraviada, nadie sabe dónde, su explicación original. Por eso existen virtudes como la constancia y disciplinas como la etimología o la antropología.

Por eso y por la necesidad que tenemos de asentar hiladas nuevas de ladrillos sobre cimientos y guías anteriores, existe en todo grupo social la figura del maestro, la institución de la enseñanza y el canal de la tradición.

Incluso cuando a lo largo de la historia artística, literaria o musical, alguien ha querido ser radicalmente nuevo, ha tenido que observar rigurosamente el pasado para ponerse en contra suya. Y así, cuanto reconocemos vinculado a la historia de los pueblos, ya sea por continuidad o por reacción, lo sentimos, con todo derecho, heredado y propio.

No es distinto en el campo del budo que practicamos: el esmero de la forma, la densidad de su contenido, el paisaje interior que refleja, la meta que procura, residen en la persona de los maestros, aquellos que se han comprometido vocacionalmente y de por vida a transmitir con fidelidad el mensaje recibido.

En los cursos de formación continua, como éste, celebrado en Getafe (Madrid) los días 7 y 8 de febrero de 2009, se nos incita a hacer lo mismo: conocer en detalle las particularidades del Aikido y constituir la conciencia apta para una transmisión veraz de su esencia y objetivo.

Las sesiones, impartidas por Rafael Regaño (6º dan) y Fernando Gómez (3º dan), se organizaron según el plan siguiente: repaso y práctica de los diferentes suburis de bokken, estudio de técnicas de control -katame waza-, repaso y actualización de técnicas de reanimación y primeros auxilios y, finalmente, práctica de suburis con el jo.

La veintena de asistentes, de varios puntos de España (Cádiz, Valencia, Palencia, Salamanca, Valladolid y Madrid), compartimos a lo largo del curso una actitud constructiva de análisis, a fin de entender la razón de cada movimiento y sus posibles interpretaciones. Se sugería el planteamiento de dudas, la búsqueda de alternativas y la convivencia de criterios cuando más de uno era válido.

Así pudo desembocar finalmente esta segunda edición del curso de formación continua en un acertado debate sobre la función del estudio y el intercambio de conocimientos entre quienes ya ejercen como profesores y quienes aspiran a serlo. Es innegable que la homogeneidad de nivel y expectativas entre los participantes, facilitan el diálogo denso y la atención mantenida: quedó claro que este tipo de certámenes cumple ya un papel irremplazable dentro de la pervivencia de la AEAT y que los alumnos encontramos aquí la ocasión donde esclarecer los interrogantes que corresponden al momento que vive nuestra evolución.

El grado de satisfacción fue tal que se consideró la propuesta de realizar dos cursos de esta naturaleza al año, lo que hubo que desestimar en definitiva tras una enumeración detenida de todas las actividades y convocatorias que celebra la asociación y el esfuerzo económico a que obligaría a los practicantes que se tienen que desplazar para todas ellas.

Siempre hay figuras que nos dan ejemplo de cuáles son los cauces que nos corresponden como transmisores de la práctica del Aikido. Son como faros que trazan su estela en medio de la soledad que obligatoriamente experimenta quien avanza el primero, seguido de otros.

Mitsugi Saotome se refiere al mayor de esos faros cuando habla de Kisshomaru Ueshiba en estos términos: “En él recayó la carga de transmitir las enseñanzas de O Sensei en la forma más pura posible. Tal como Doshu me dijo una vez, otros shihan tienen el derecho y el privilegio de embellecer lo que entienden del Aikido con su propio estilo personal (…) Doshu, sin embargo, tiene la obligación de preservar las enseñanzas de O Sensei, a fin de que su sentido original no se pierda.”

Cuando el paso del tiempo y el exceso de protagonismo deterioran la calidad de un mensaje original, el mejor modo de descubrir el calado de un maestro puede ser detenerse en aquello que él mismo subraya: su propia persona o el ejemplo de otros. Y ese examen es el mismo que puede juzgar en definitiva nuestra labor, cuando llegue el momento de cumplir con ella. Nos permitiremos entonces, como un lema, recordar cierto consejo: “La honradez, no busquéis en vuestros maestros otra virtud.”

Pedro Pablo Ontoria